El terrorismo del que no quieren que sepamos - Rebelion

2021-11-17 12:55:51 By : Mr. Allen Shi

Mediodía del 4 de marzo de 1960 en el puerto de La Habana. Los operadores proceden con cuidado a descargar un barco, recién llegado de Europa, que contiene armas adquiridas en Bélgica por el gobierno cubano. Nadie adivina que en unos minutos este escenario se va a convertir en una rama del infierno.

Recién editado por Dyskolo, El enigma de La Coubre, el último libro de Hernando Calvo Ospina, parece una novela de intriga absorbente, pero tiene la virtud de reflejar la realidad de principio a fin. La concienzuda labor investigadora del autor nos ha permitido reconstruir en detalle las vicisitudes de un viaje marcado por la tragedia y nos introduce de lleno en uno de los capítulos más oscuros del terrorismo imperial estadounidense. La voladura del barco francés La Coubre en La Habana dejó casi un centenar de muertos y marcó la ruptura definitiva entre Washington y la recién nacida Revolución Cubana.

El libro fue posible cuando Calvo Ospina tuvo el privilegio de ser el primero en acceder a más de 1.500 páginas de documentos sobre el barco y su explosión, desclasificados en 2010 y conservados en la ciudad francesa de Le Havre en los archivos de French Lines & Compañías. Esta oficina atesora el patrimonio histórico de la Marina Mercante francesa, sus compañías navieras y puertos, incluido el de la Compagnie Générale Transatlantique, más conocida como Transat, propietaria del buque La Coubre.

Hernando Calvo Ospina (Cali, 1961), periodista, escritor y documentalista colombiano afincado en Francia, es autor de quince libros sobre la situación social y política en América Latina, con títulos como Perú: Los Senderos Posibles (1994), Don Pablo Escobar (1994), Bacardí: la guerra oculta de Ron Bacardí (2000), Colombia, democracia y terrorismo de Estado (2008) o The CIA Shock Team (2010). Colaborador habitual de Le Monde Diplomatique y Rebelión, sus documentales se pueden ver en su canal de YouTube, accesible aquí.

El viaje y sus circunstancias

El libro describe el transporte y envío en Bélgica de municiones y explosivos comprados por el gobierno cubano. La Coubre llegó al puerto de Amberes el 13 de febrero de 1960, ya con mercancías muy diversas que iba a llevar a América: tractores, vidrios y quesos, y se agregó más carga a sus muelles, incluidas municiones, estibadas en el día. 15. A la mañana siguiente, tras descender unos kilómetros por el río Escalda, se embarcaron los explosivos (granadas de fusil) que, por estar prohibida su manipulación en el puerto, estaban allí esperando en una barcaza. Se proporcionan detalles de las estrictas medidas de seguridad seguidas durante todo el proceso.

Calvo Ospina también nos informa de las circunstancias políticas del momento. La caída de la dictadura de Fulgencio Batista, con acceso al poder del gobierno revolucionario en enero de 1959, fue vista con profunda preocupación desde Washington, especialmente cuando ese mismo año se lanzaron planes de reforma agraria que transformaron latifundios de la agricultura cubana. muchos de ellos con propietarios norteamericanos, en cooperativas. En su viaje a Estados Unidos en abril, Fidel Castro deja claro que las relaciones entre los dos países están entrando en una nueva etapa de respeto mutuo, sin injerencias ni subordinaciones.

La respuesta norteamericana a esto es un plan terrorista que incluye, a partir de octubre de 1959, ametralladoras y bombardeos desde aviones civiles provenientes de Florida, y acciones armadas en la isla para las que cuenta con la colaboración de la Iglesia Católica y las embajadas de los Estados Unidos. Los países occidentales aliados de Washington, focos de espionaje para la CIA. A fines de 1959, con la complicidad de Rafael Leónidas Trujillo, se produjo un intento de invasión desde República Dominicana. Richard Helms, director de la CIA entre 1966 y 1973, reconoció ante una Comisión de Investigación del Senado en 1975 la estrategia que se estaba siguiendo en ese momento, consistente en constantes ataques, con intentos de volar centrales eléctricas, sabotear centrales azucareras y asesinar personas. . Fidel Castro y otros líderes cubanos. "Fue una política del gobierno de Estados Unidos ...", dijo.

En estas condiciones, la adquisición de armas fue fundamental para el gobierno revolucionario, pero los esfuerzos en Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia fueron infructuosos. Solo los belgas aceptaron proporcionarlo, a pesar de la presión de Washington, y para octubre de 1959, La Coubre había traído con éxito 25.000 rifles a La Habana.

Este es el mismo barco que parte hacia América con municiones y granadas para esos rifles, entre otras mercancías, en el acta inicial del 19 de febrero de 1960. Su primer destino es la Perla de las Antillas.

El 4 de marzo nuestro barco atracó a babor en el muelle Panamericano del puerto de La Habana, donde solía hacerlo la Transat. El reloj del comandante marca las 9:30 y la descarga comienza a las 11, custodiada por soldados cubanos que ingresan al barco. A las 2:45 de la tarde la munición ya está en el muelle, y un cuarto de hora después se produce la primera explosión, un infierno de fuego y metralla de piezas metálicas que deja el barco casi partido y escorado a estribor unos 15 grados. A las 3:40 pm una segunda deflagración es aún más letal, ya que mucha gente había venido a ayudar. Varios líderes revolucionarios iban allí en ese momento.

Calvo Ospina recoge escalofriantes testimonios de quienes vivieron la tragedia. Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre estaban en La Habana ese día, y poco después describió sus impresiones así: “Al sonido de explosivos, La Habana se levanta; Esta ciudad, prostituta durante tanto tiempo, encontró su firmeza de alma en peligro, en la muerte. La gente corrió de todas partes, invadió los muelles: el barco le disparó sus mortíferos fuegos artificiales; a nadie le importaba, la ciudad quería salvar a sus hombres (…) Castro se bajó del carro, estaba en el muelle, solo, haciendo peligro, contra todos los principios revolucionarios, un privilegio que se reservaba para sí mismo. Veinte brazos lo agarraron, diez, veinte cuerpos lo derribaron, lo aplastaron bajo su peso: justo a tiempo; las balas trazadoras lo rozaron con su brillante línea de puntos. "

Guillermo Cabrera Infante también relató sus terribles vivencias ese día. Experimentó la segunda explosión así: “(…) Pude ver que no se levantaba una columna del barco, sino un chaparrón, una catarata de fuego invertida. Momentos antes había visto a los hombres sacar las cajas de balas y otro aparcar de las llamas y izarlos uno a uno hasta la cubierta superior, dirigiéndose a la proa del barco, que estaba izado y amontonado contra el muelle: el barco estaba partí en dos, pero yo no lo sabía, ni había podido verlo bien (...) Los hombres que llevaban los palcos en las cubiertas de proa me parecieron por un momento irreales, dibujados, porque parecían pequeños, cargando con entusiasmo el cargamento mortal, y pronto, antes de ver la cascada de lava, antes de escuchar la explosión, desaparecieron: no los volví a ver. Acababan de volar en pedazos. "

Luego agrega: “Estaba cansado, me dolía todo el cuerpo y tenía ganas de vomitar. Me senté en la acera. Una anciana pasó a mi lado, se detuvo y me preguntó si algo andaba mal. No pude responderle. Continué así durante unos minutos y otras personas me preguntaron qué me pasaba y tampoco pude contestarles. Esta es la respuesta. He tratado de hacerlo simple, directo, objetivo, pero reflejar el horror, las náuseas, el ambiente del Apocalipsis que acababa de ver y que de alguna manera también era una denuncia por la muerte de aquellos humildes y anónimos hombres; un homenaje al heroísmo, a la valentía demostrada ante la muerte del pueblo cubano y una denuncia contra la mano criminal -cualquiera que sea, donde sea, como se llame- que había desatado el horror, la náusea. , el Apocalipsis. Eso es en lo que estaba pensando allí en la acera y eso es todo. "

Las explosiones, de extraordinaria potencia, destruyeron el sector del buque que transportaba las granadas y provocaron alrededor de 80 muertos, incluidos seis marineros franceses, así como cientos de heridos.

El día después

Luego de la tragedia, era imperativo atender a las víctimas e indemnizar a sus familiares, pero también reforzar la seguridad del país y tratar de encontrar una explicación a lo sucedido. En este sentido, las declaraciones de todos los testigos fueron imprescindibles y pronto fueron recogidas. A nivel popular, hay que decir que hubo una movilización general en la isla y la población cerró filas en torno a su gobierno. Muchos entregaron sus pertenencias para adquirir armas para defender la revolución. El día 7, los intelectuales cubanos respondieron con un manifiesto en el que decían: “El sabotaje del barco francés La Coubre ha puesto muchas cosas en su lugar. Ahora todos sabemos, el pueblo de Cuba y sus dirigentes, que la gran agresión contra Cuba ha llegado a su momento crucial. Por eso estamos en pie de guerra. La revolución afronta su momento decisivo y estamos dispuestos a defenderla, con la vida si es necesario… ”, la firmaron Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y Guillermo Cabrera Infante, entre otros.

Entre el 8 y el 10 de marzo, el juez, el segundo capitán y el ingeniero jefe de La Coubre, diplomáticos franceses y peritos y abogados de las aseguradoras visitan el buque. Luego de esto, surgen tensiones cuando los franceses expresan su intención de reflotarlo y los cubanos indican que son ellos mismos quienes se encargarán de hacerlo, tarea que culmina exitosamente el 19 de abril. Ese día, se toma La Coubre. al dique seco, y tras dejarlo hermético, el 22 de agosto sale de la bahía de La Habana remolcada hasta Ruán, escenario de la portada del libro de Dyskolo. Allí la reconstruyeron y continuó navegando con otro nombre hasta 1979.

Los marineros franceses supervivientes fueron honrados por el gobierno cubano y luego regresaron a sus hogares. Sin embargo, sorprende el silencio de los líderes de su país, quienes no se pronunciaron sobre los hechos y ni siquiera expresaron sus condolencias a las familias de las víctimas.

La causa de la tragedia

De los testimonios recogidos se puede deducir que cuando ocurrió la primera explosión, la munición ya estaba descargada y lo mismo se estaba haciendo con granadas de fusil. Estos, se confirmó que eran extremadamente seguros de manejar, y que en ningún caso explotaron espontáneamente. Tampoco había, en el momento de la tragedia, ni rastro de humo o fuego en el barco y nadie observó el derrumbe de ninguna de las cajas, aunque resultó que la mera caída de las granadas no las detonó. Los testimonios apuntan a que la segunda explosión ocurrió en el muelle, cuando el fuego de la primera alcanzó las municiones allí depositadas.

Luego de las primeras investigaciones, el 5 de marzo, ante una multitud emocionada, Fidel Castro analizó con gran detalle lo sucedido, y fue durante ese acto que el fotógrafo cubano Alberto Díaz Gutiérrez (Korda) tomó la fotografía más conocida de Ernesto Che Guevara, de Fidel. compañero en la tribuna. Se trata de una imagen que, para Calvo Ospina, "no solo contiene el dolor, la rabia y la impotencia de ese hombre, sino que también expresa el sentimiento que abrumaba a todas las personas que tenía enfrente".

Fidel fue transparente en su discurso. Luego de sintetizar los resultados de las investigaciones realizadas, afirmó que la única causa posible de la catástrofe fue que alguien había instalado un explosivo en el barco. ¿Quién? Fue fácil descartar a los trabajadores cubanos, que ni siquiera conocían el barco que iban a descargar, y también a la tripulación, que, de estar involucrados, habrían corrido el riesgo de perecer. La conclusión es que debió ser en Europa donde se colocó algún tipo de trampa que explotaría al mover las cajas.

Fidel también fue claro al señalar que el mismo gobierno que había hecho denodados esfuerzos para evitar que Bélgica vendiera armas a Cuba era en última instancia responsable de lo sucedido, un gobierno comprometido en ese momento en una feroz campaña de ataques contra este país. Hoy sabemos que lo ocurrido ese día en el puerto de La Habana fue un capítulo más de una guerra en la que ya se habían producido asesinatos, bombardeos y sabotajes, y que solo un año después habría otro episodio notable en el desembarco de la bahía de Cochinos. La masacre de La Coubre, en todo caso, fue un punto de inflexión en el enfrentamiento, ya que mostró claramente que los estadounidenses estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para torpedear la Revolución Cubana.

El gobierno de Eisenhower protestó por las acusaciones hechas en el discurso de Fidel Castro, al tiempo que filtró información sesgada que le llegó del embajador de Francia en La Habana y habló de "insuficientes medidas de seguridad" en la descarga. Por su parte, el gobierno francés no expresó ninguna reacción oficial. Calvo Ospina describe la delicada situación que vivía en ese momento, con una guerra sangrienta en Argelia que no tuvo fin, y la colaboración entre el gobierno revolucionario cubano y los independentistas. En estas condiciones, no se puede descartar que los servicios secretos de De Gaulle participaran en un operativo contra la llegada a América de armas que podrían acabar enfrentándose a ellos en África.

Un año después, Fidel Castro expresó en un nuevo homenaje a las víctimas en el puerto de La Habana su convicción de la responsabilidad del gobierno de Estados Unidos, a través de sus agencias, en la masacre. Pocas personas dudan hoy de esta implicación, pero lo cierto es que nadie ha podido identificar a los autores del crimen. En cuanto al método utilizado para perpetrarlo, la investigación de Calvo Ospina ha arrojado luz, ya que se ha encontrado evidencia documental de extrañas coincidencias y manipulaciones en las cajas de granadas antes de ser embarcadas en La Coubre, cuando esperaban a bordo de una barcaza en el río Escalda. En un final de novela policíaca, el autor del libro desvela los detalles que nos permiten adivinar cómo pudieron haber actuado los asesinos.

Exprimiendo las fuentes documentales y persiguiendo por el mundo a los testigos susceptibles de cualquier aporte de interés, Hernando Calvo Ospina ha conseguido plasmar en El enigma de La Coubre una historia llena de información veraz, y a la vez trepidante y entretenida, que También incorpora un reportaje fotográfico de los hechos narrados. La terrible historia expuesta, rigurosamente real, merece ser ampliamente conocida en homenaje a tantas víctimas inocentes, y también porque ofrece un ejemplo paradigmático de los métodos del poder hegemónico para manejar los reveses en su “patio trasero”.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor bajo una licencia Creative Commons, respetando su libertad de publicarlo en otras fuentes.