Metro firmó contrato para verificar L12, tres días antes de la tragedia

2022-06-04 01:43:14 By : Mr. Mike M

El 3 de mayo de 2021, justamente el día cuando una parte del viaducto elevado de la Línea 12 del Metro colapsó, estaba previsto el inicio de los trabajos de verificación y seguimiento al comportamiento del tramo elevado de la Línea Dorada, un servicio que el Metro de la Ciudad de México había contratado por 3.4 millones de pesos a la empresa Ingeniería, Servicios y Sistemas Aplicados (ISSA).

Se trata del contrato SDGM-GOM-IR-1-07/21 que el Metro firmó el 30 de abril de 2021, apenas tres días antes de la tragedia que cobró la vida de 26 personas y dejó 104 lesionadas.

El documento estipulaba que las labores, que fueron ordenadas por la Subdirección General de Mantenimiento del Metro y se encontraban contempladas en el Programa Anual de Obras Públicas del STC para el 2021, debían comenzar el 3 de mayo y concluir el 30 de noviembre de 2021.

En una revisión a las contrataciones hechas por el Metro, se advirtió que esta no es la primera en su tipo pues en 2019 el organismo pagó 4.9 millones de pesos a la misma empresa para que realizara una supervisión y seguimiento idéntico del tramo elevado de la Línea 12.  

Para el 2020 el Metro confirmó que no se llevó a cabo contratación de este servicio porque no se trata de un trabajo anual.

Este lunes, El País reveló el contenido del tercer informe de la empresa DNV en el que se informa que la falta de mantenimiento e inspecciones a la Línea Dorada fueron un factor importante en el colapso del viaducto elevado.  

En conferencia de prensa, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, confirmó que esta información está contenida en el tercer informe de DNV e insistió que las bitácoras de mantenimiento son públicas en el sitio de transparencia habilitado por la administración local, sin embargo, los registros dispuestos para la ciudadanía solo contemplan las labores de mantenimiento a las vías que lleva a cabo la firma TSO.

Sin embargo, en lo que refiere al mantenimiento de la estructura, estas bitácoras e informes no son públicos.

De hecho, por la tarde de este lunes y luego de que Sheinbaum cambiara de opinión e informara que dará a conocer el contenido del tercer informe, se filtró un reporte de nueve páginas atribuido a DNV en el que se hace referencia a los trabajos de supervisión y verificación del tramo elevado hechos por ISSA en 2019, empresa que para este 2021 había sido contratada para realizar las mismas inspecciones.  

“ISSA realizó evaluaciones e inspecciones de mantenimiento preventivo en 2019, que incluyeron evaluaciones de las columnas, los cimientos de las columnas, y las condiciones del suelo; sin embargo no incluyeron análisis para identificar deformaciones o daños de los elementos estructurales de acero, incluidas las vigas o los marcos transversales (…) la falta en la realización de las inspecciones al tramo elevado y cumplir con los requerimientos de inspección del manual de mantenimiento es una causa raíz de la falla”, revela el informe.

En entrevista con Animal Político , el exdirector del Metro, Jorge Gaviño, defendió el mantenimiento que se dio a la Línea Dorada mientras él estuvo al frente del organismo y explicó que las bitácoras o informes que deben ser públicos sobre las labores de mantenimiento que ha recibido la Línea 12 del Metro son las que tienen que ver con el mantenimiento predictivo, es decir, de aquellos fallos que se detectaron con anterioridad y se intervinieron a fin de que no hubiera consecuencias mayores.

Según explicó, en la mayoría de los casos son las propias estructuras las que “avisan” que algo está sucediendo, por ejemplo, pandeos o cuarteaduras y es a partir de ahí que se debe intervenir.

“Aquí hay dos situaciones: si no avisó la estructura, es decir, si no se pandeó, si no se rajó, si no hay fisuras en el cemento o flechamientos en el acero (…) y de pronto se cae es que no es un asunto de mantenimiento, sino un asunto de diseño, supervisión y construcción.”, dijo Gaviño, actualmente diputado local.

“Ahora, si se cae después de que se está cuarteada la estructura, que está avisando, es un elemento también del predictivo y había que apuntalar”.

Después del sismo del 19 de septiembre de 2017, recordó, recibió el aviso de problemas con dos estructuras de la Línea 12: una columna a la que le faltaba acero y presentaba cuarteaduras graves, y que había una flecha en las curvas 10 y 11 por lo que se procedió a apuntalar y cerrar el servicio en tanto se intervino la estructura.  

“Si DNV dice que hubo falta de mantenimiento tienen que demostrar -no con fotografías de Google-, no, tienes que decir cuántos grados, si era previsible, si era visible… todo esto lo debes decir para decir (sic) que hubo falta de mantenimiento”, subrayó.  

El 4 de mayo de 2021, horas después del colapso del viaducto elevado de la Línea 12, la entonces directora del Metro, Florencia Serranía, informó que la última revisión que se le había hecho a la línea había sido en enero y que no se había detectado ninguna anomalía.

“La última revisión de la infraestructura de la línea y –como les informé– fue en enero 20, recibimos la información del monitoreo de todo el viaducto elevado de la Línea 12, y no mostró ninguna anomalía en ese momento; en junio del 2020, después del sismo, se hizo una revisión protocolaria después de sismos en la Línea 12 y el resto de los viaductos elevados del Metro, que se encuentran en varias líneas”, dijo aquella ocasión.

Sin embargo, vecinos de la zona ya habían denunciado las condiciones en las que se encontraba específicamente el tramo colapsado.  

Gaviño dijo mantenerse al pendiente de la publicación íntegra del reporte de DNV en el que señala a la falta de mantenimiento como un factor que influyó en el colapso de un tramo del viaducto elevado, sin embargo, afirmó que mientras él estuvo al frente de la dirección del Metro de la Ciudad entre julio de 2015 y mayo de 2018 sí se dieron en tiempo y forma todos los servicios de mantenimiento que la línea dorada requería.  

“Nosotros suspendimos dos o tres veces (el servicio de la Línea 12) porque había la sospecha de que podía haber una falla estructural. Se detenía, se revisaba, se apuntalaba y seguía cuando ya teníamos la seguridad, pero nunca supimos que había problemas de diseño, problemas de construcción y de supervisión, eso nunca lo supimos”, sostuvo el ex director del Metro.

“El mantenimiento pudo haber fallado, pero no es determinante para que se haya caído”, concluyó.

Hace casi 500 años, el cartógrafo flamenco Geradus Mercator produjo uno de los mapas más importantes del mundo.

Ciertamente no fue el primer intento de crear un atlas mundial, y tampoco fue particularmente preciso: Australia está ausente y las Américas están dibujadas de forma aproximada.

Desde entonces, los cartógrafos han producido versiones cada vez más precisas de esta configuración continental, corrigiendo los errores de Mercator, así como los sesgos entre hemisferios y latitudes creados por su proyección.

Pero el mapa de Mercator, junto con otros producidos por sus contemporáneos del siglo XVI, reveló una imagen verdaderamente global de las masas terrestres de nuestro planeta, una perspectiva que, desde entonces, ha persistido en la mente de la gente.

Lo que Mercator no sabía es que los continentes no siempre han estado posicionados de esta manera. Él vivió alrededor de 400 años antes de que se confirmara la teoría de la tectónica de placas.

Al mirar las posiciones de los siete continentes en un mapa, es fácil suponer que están fijos. Durante siglos, los seres humanos han librado guerras y hecho la paz por conquistar estos territorios, bajo el supuesto de que su tierra, y la de sus vecinos, siempre ha estado allí y siempre lo estará.

Sin embargo, desde la perspectiva de la Tierra, los continentes son hojas a la deriva en medio de un estanque. Y las preocupaciones humanas son una gota de lluvia en la superficie de la hoja.

Los siete continentes alguna vez estuvieron reunidos en una sola masa, un supercontinente llamado Pangea. Y antes de eso, hay evidencia de otros que se remontan a más de tres mil millones de años: Pannotia, Rodinia, Columbia/Nuna, Kenorland y Ur.

Los geólogos saben que los supercontinentes se dispersan y ensamblan en ciclos: ahora estamos en la mitad de uno.

Entonces, ¿qué tipo de supercontinente podría existir en el futuro en la Tierra? ¿Cómo se reorganizarán las masas de tierra tal como las conocemos a muy largo plazo?

Resulta que hay al menos cuatro trayectorias diferentes que podrían seguir. Y muestran que los seres vivos de la Tierra algún día residirán en un planeta muy diferente, más parecido a un mundo alienígena.

Para el geólogo Joao Duarte de la Universidad de Lisboa, el camino para explorar los futuros supercontinentes de la Tierra comenzó con un evento inusual en el pasado: un terremoto que sacudió Portugal un sábado por la mañana en noviembre de 1755.

Fue uno de los terremotos más poderosos de los últimos 250 años, que dejó un saldo de 60.000 muertos y provocó un tsunami a través del océano Atlántico. Lo que lo hizo particularmente raro fue su ubicación.

“No debería haber grandes terremotos en el Atlántico”, dice Duarte. “Fue extraño”.

Los terremotos de esta escala generalmente ocurren en o cerca de las principales zonas de subducción, donde las placas oceánicas se sumergen debajo de los continentes y se derriten y consumen en el manto caliente.

Involucran colisión y destrucción. El terremoto de 1755, sin embargo, ocurrió a lo largo de un límite “pasivo”, donde la placa oceánica que subyace al Atlántico se transforma suavemente en los continentes de Europa y África.

En 2016, Duarte y sus colegas propusieron una teoría de lo que podría estar pasando: los puntos de sutura entre estas placas podrían estar deshaciéndose y podría estar avecinándose una ruptura importante.

“Podría ser una especie de mecanismo infeccioso”, explica. O como el vidrio que se astilla entre dos pequeños agujeros en el parabrisas de un automóvil.

Si es así, una zona de subducción podría estar a punto de extenderse desde el Mediterráneo a lo largo de África occidental y tal vez más allá de Irlanda y Reino Unido, generando volcanes, formación de montañas y terremotos en estas regiones.

Duarte se dio cuenta de que, si esto sucede, podría provocar el cierre del Atlántico. Y si el Pacífico continuara cerrándose también, lo que ya está ocurriendo a lo largo del “Anillo de Fuego” que lo rodea, eventualmente se formaría un nuevo supercontinente. Lo llamó Aurica, porque las antiguas masas de tierra de Australia y las Américas se ubicarían en su centro.

Luego de que Duarte publicara su propuesta para Aurica, se preguntó por otros escenarios futuros. Después de todo, la suya no era la única trayectoria supercontinental que habían propuesto los geólogos.

Entonces, comenzó a conversar con el oceanógrafo Matthias Green, de la Universidad de Bangor, en Gales. La pareja se dio cuenta de que necesitaban a alguien con habilidades computacionales para crear modelos digitales.

“Esa persona tenía que ser alguien un poco especial, a quien no le importara estudiar algo que nunca sucedería en escalas de tiempo humanas”, explica.

Esa resultó ser su colega Hannah Davies, otra geóloga de la Universidad de Lisboa. “Mi trabajo consistía en convertir dibujos e ilustraciones de geólogos anteriores en algo cuantitativo, georreferenciado y en formato digitalizado”, explica Davies. La idea era crear modelos que otros científicos pudieran desarrollar y perfeccionar.

Pero no fue sencillo. “Lo que nos ponía nerviosos es que se trata de un tema increíblemente nuevo. No es lo mismo que un artículo científico normal”, dice Davies. “Queríamos decir: ‘Está bien, entendemos mucho sobre la tectónica de placas después de 40 o 50 años. Y entendemos mucho sobre la dinámica del manto y todos los demás componentes del sistema. ¿Hasta dónde podemos llevar ese conocimiento al futuro?'”.

Esto llevó a cuatro escenarios. Además de modelar una imagen más detallada de Aurica, exploraron otras tres posibilidades, cada una de las cuales se proyecta hacia el futuro en aproximadamente entre 200 y 250 millones de años a partir de ahora.

El primero fue lo que podría pasar si continúa el statu quo: el Atlántico permanece abierto y el Pacífico se cierra. En este escenario, el supercontinente que se forma se llamará Novopangea. “Es el más simple y el más plausible según lo que entendemos ahora”, dice Davies.

Sin embargo, también podría haber eventos geológicos en el futuro que conduzcan a situaciones diferentes.

Un ejemplo es un proceso llamado “ortoversión” donde el océano Ártico se cierra y el Atlántico y el Pacífico permanecen abiertos. Esto cambia las orientaciones dominantes de la expansión tectónica, y los continentes se desplazan hacia el norte, todos dispuestos alrededor del Polo Norte, excepto la Antártida.

En este escenario, se forma un supercontinente llamado Amasia:

Finalmente, también es posible que la expansión del lecho marino en el Atlántico pueda disminuir. En el medio del océano, hay una cresta gigante que divide dos placas y atraviesa Islandia hasta el océano Antártico.

Aquí, se está formando nueva litosfera, que es como una cinta transportadora. Si esta expansión se ralentizara o se detuviera, y si se formara un nuevo límite de placa en subducción a lo largo de la costa este de las Américas, se obtendría un supercontinente llamado Pangea Ultima, que parece un enorme atolón:

Estos cuatro modelos digitales ahora significan que los geólogos tienen una base para probar otras teorías. Por ejemplo, los escenarios podrían ayudar a los científicos a comprender los efectos de diferentes arreglos supercontinentales en las mareas, así como el clima del futuro profundo: ¿cómo sería el clima en un mundo con un océano enorme y una masa terrestre gigante?

Para modelar el clima de un supercontinente, “no se pueden usar los modelos del IPCC , y punto, porque no están diseñados para eso”, dice Duarte. “No puedes cambiar las variables que necesitas cambiar”.

Los modelos de los futuros supercontinentes de la Tierra también pueden servir como indicador para comprender el clima de los exoplanetas. “La futura Tierra es completamente ajena”, explica Davies. “Si estuvieras en órbita sobre Aurica, o Novopangea, probablemente no lo reconocerías como la Tierra, sino como otro planeta con colores similares”.

Esta idea llevó al trío a colaborar con Michael Way, físico del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA. Él y sus colegas buscan estudiar climas en mundos alienígenas modelando las variaciones del nuestro a lo largo del tiempo.

“Solo tenemos tantos ejemplos de cómo puede verse un clima templado. Bueno, tenemos un ejemplo para ser honesto: la Tierra, pero tenemos la Tierra a través del tiempo”, dice Way. “Tenemos los escenarios del pasado, pero al movernos hacia el futuro y usar estos maravillosos modelos tectónicos para el futuro, esto nos brinda otro conjunto para agregar a nuestra colección”.

Necesitas tales modelos porque puede ser difícil saber qué buscar al analizar exoplanetas potencialmente habitables desde lejos.

Lo ideal sería saber si un planeta tiene un ciclo de supercontinente, porque la presencia de vida y la tectónica de placas activas podrían estar entrelazadas. El posicionamiento continental también podría afectar la probabilidad de agua líquida.

A través de los telescopios, no se pueden ver los continentes y la composición atmosférica solo se puede inferir. Entonces, los modelos de variaciones climáticas podrían revelar alguna señal indirecta que los astrónomos podrían detectar.

El modelo de Way de los climas del supercontinente -que se demoró meses usando una supercomputadora- reveló algunas variaciones sorprendentes entre los cuatro escenarios.

Amasia, por ejemplo, conduciría a un planeta mucho más frío que el resto. Con la tierra concentrada alrededor del Polo Norte y los océanos menos propensos a llevar corrientes cálidas a latitudes más frías, se acumularían capas de hielo.

Aurica, por el contrario, sería más suave, con un núcleo seco pero con costas similares a las de Brasil hoy día, con más agua líquida.

Es útil saber todo esto, porque si un exoplaneta similar a la Tierra tiene placas tectónicas, no sabremos en qué etapa del ciclo del supercontinente se encuentra actualmente y, por lo tanto, necesitaremos saber qué buscar para inferir su habitabilidad.

No debemos suponer que las masas terrestres se dispersarán, a mitad de ciclo, como la nuestra.

En cuanto al futuro de nuestro propio planeta, Davies reconoce que los cuatro escenarios de supercontinentes que han modelado son especulativos, y puede haber sorpresas geológicas imprevistas que cambien el resultado.

“Si tuviera una Tardis para ir a ver, no me sorprendería que, en 250 millones de años, el supercontinente no se pareciera en nada a ninguno de estos escenarios. Hay tantos factores involucrados”, dice.

Sin embargo, lo que se puede decir con certeza es que las masas de tierra que damos por sentadas algún día se reorganizarán en una configuración completamente nueva.

Los países que alguna vez estuvieron aislados unos de otros serán vecinos cercanos. Y si la Tierra aún alberga seres inteligentes, podrán viajar entre las antiguas ruinas de Nueva York, Pekín, Sídney y Londres sin ver un océano.

Este artículo se publicó en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.

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