Crónica | Hellfest 2022: el aperitivo del festival más grande de la historia | The Metal Circus

2022-06-25 01:49:05 By : Ms. Sanko SK

Hellfest ha llegado este año a su 15º edición y, para celebrarlo, ha organizado el evento más extenso y multitudinario nunca visto hasta la fecha. Un festival de siete días, dividido en dos fines de semana con seis escenarios y 350 artistas. Lo que viene a continuación es el intento de sintetizar la primera parte de esta mastodóntica cita que pasará a los anales de la historia del heavy metal.

El arranque del festival corrió de la mano del veterano grupo vasco de black metal Numen. Tomaron el tablado con mucha energía y la tremenda pegada de su baterista dejó a más de uno con la boca abierta. Sus emotivas melodías y los veloces riffs de trémolo brillaron a las seis cuerdas con los nuevos temas “Lautada Izoztuetan” y “Iluntasuna Soilik”.

Su actuación apenas duró media hora y llegó al punto álgido en el cierre con “Belearen hegaldiak… iluntasuna dakar” donde la banda incorpora instrumentos de viento tradicionales vascos como la alboka. Otra nota señalada de su show en Hellfest fue la presencia a la guitarra de Ekaitz Garmendia (Legen Beltza, Extinction, Sijjin) quien ya sustituyó en 2015 a David G. Álvarez justamente en el debut en este mismo festival de Angelus Apatrida.

En el escenario Altar, era el turno de Enforced. Esta banda estadounidense apenas cuenta con seis años de trayectoria y dos discos de larga duración, pero ha conseguido enganchar a los seguidores del thrash metal y el crossover de la vieja escuela con su estilo directo y su garra sobre las tablas. Podríamos catalogar al quinteto como un grupo que bebe de la misma fuente que sus compatriotas Power Trip.

Ante todo, buscan dar forma a canciones pegadizas a través de riffs de gran poderío rítmico y el personal abrazó su propuesta y su enérgica actitud. Contaron con un gran sonido y los mosh pit comenzaron a multiplicarse en la parte delantera del escenario al ritmo de sus riffs a medio tiempo cabeceados con pasión y sus triunfales estribillos. “Reckoning Force”, “Kill Grid” y “Malignance” fueron las canciones destacadas.

La banda brasileña Ego Kill Talent fue una de las encargadas de caldear el festival, ya con una importante presencia de público frente al segundo escenario principal. No podían faltar, y es que están en prácticamente todos los carteles de festivales de este año (gran trabajo de promoción y publicidad por parte de su staff). Mucho dinamismo en su show, ejemplo de ello fueron cortes como “Sublimated” y “Our Song”. Destacar otros temas como “Last Ride”, en el que la banda suena realmente sólida y muestra sus tablas sabiendo sacar un show de amplias dimensiones con naturalidad.

Ego Kill Talent (Foto: Óscar Gil)

La primera incursión a los escenarios principales llegó con el recital auditivo de los noruegos Leprous. Sonidos progresivos y experimentación a raudales, aunque su visión sea ahora más sosegada. La calidad del sexteto liderado por el vocalista Einar Solberg es enorme y muestra de ello fue el arranque con “Out Of Here”, “Below” y “Running Low” temas con cantos increíblemente agudos, de interpretación muy exigente. La canción más antigua del repertorio fue la joya “The Price”.

Voces celestiales, guitarras de gran delicadeza, bajo y batería empastados a más no poder… su propuesta musical podría equipararse a un diamante en bruto, depurado en canciones como la coreable “From The Flame”, la anárquica “Nighttime Disguise”, creada de forma colectiva por los fans de la banda durante la pandemia, y el emotivo final de la mano de “Slave”, con mensaje antiespecista inclusive.

El “boom” de Shinedown no es tan grande en Francia como en Estados Unidos, Reino Unido o Europa Central, pero a día de hoy es una de las bandas más en forma del panorama. En esta ocasión Brent Smith y los suyos salieron a escena como si se tratase de jugar al parchís, cada miembro del grupo ataviado de un color.

Su sonido de directo volvió a ser magnífico como es habitual en ellos y arrancaron sin concesiones haciendo alusión a su último trabajo con “The Saints Of Violence And Innuendo” o la homónima “Planet Zero”. Intercalaron piezas tan celebradas como “Cut The Cord”, las letras de “Monsters” o las colosales “Enemies” y “Sound Of Madness”, que pusieron aquello patas arriba. A resaltar además de la increíble voz de Brent, el incansable trabajo multi-instrumentista y a nivel de coros de Eric Bass, excelentes.

Frank Carter & The Rattlesnakes eran los siguientes. El frontman británico, sorprendido al ver a una persona con discapacidad motriz realizar crowdsurfing, no tardó ni dos minutos en darse un baño de multitudes y deleitar al personal con un sinfín de posturas dignas de un contorsionista circense. Son de «Tyrant Lizard King». Los responsables de seguridad no dieron abasto para paliar la sed generada por tanta intensidad a pleno sol. Carter pidió entre bromas que si hay una próxima vez por favor le pongan a tocar de noche. Antes de «Go Get A Tattoo» invitó a los asistentes a pasar por su estudio. Dentro de un set tan dinámico no faltaron temas como “Devil Inside Me» o «Crowbar».

Frank Carter & The Rattlesnakes (Foto: Aritz Sola)

Opeth también emprendió un nuevo rumbo artístico hace tiempo, abrazando el rock progresivo en detrimento del death metal. En piezas como “Hjärtat Vet Vad Handen Gör” y “The Devil’s Orchard” Mikael Akerfeldt y compañía ofrecen al público canciones ejecutadas con una precisión quirúrgica y un sonido etéreo que, paradójicamente, convive con gran facilidad con el metal más descarnado.

Ese es uno de los grandes méritos de la banda sueca, su destreza para fundir dos mundos aparentemente distanciados y salir victoriosos, con una voz musical singular. “Ghosts Of Perdition” y “The Drapery Falls” fueron ovacionadas con fervor, mientras que “Deliverance”, un clásico entre los clásicos, puso punto y final a un concierto que contó con nada más que seis canciones, seis piezas que fueron suficientes para refrendar su maestría creativa.

Llega el momento de hacer un giro estilístico de 180 grados. The Offsping salió al escenario y puso el recinto patas arriba en cuestión de segundos. “Staring At The Sun”, “Come Out And Play” y “Want You Bad” son himnos punk rock de los años 90, un estilo en vías de extinción interpretado por hombres que rondan los 60 años de edad. Mención especial a la gran forma vocal de Dexter Holland y la realización audiovisual, que llevó a las pantallas una propuesta que amplificó su imagen de estrellas musicales. El cuarteto californiano, colocado sobre sus distintivas alfombras persas, cosechó en Clisson un triunfo rotundo que fue redondeado por otros dos temas emblemáticos, “The Kids Aren’t Alright” y “Self Esteem”.

The Offspring (Foto: Óscar Gil)

Con un set muy variado y salido desde el mismísimo Hades, los miembros de Rotting Christ dieron un buen repaso a su larga trayectoria. 35 años condensados en no más de 60 minutos de sonido contundente y desaliñado característico del black metal. Durante el show los hermanos Sakis no pararon de agitar sus melenas al viento. Algunos de los temas que sonaron fueron “666”, “Societas Satanas” y “The Sign of Evil Existence”.

Mastodon arrancaron con fuerza al ritmo de “Pain With An Anchor” y “Crystal Skull”. Todos los detalles de sus intrincados riffs de guitarra se entendían con claridad, pero el bajo quedó totalmente en segundo plano, hasta el punto de no escuchar en absoluto un solo que Troy Sanders ejecutó a las cuatro cuerdas. Su grandeza instrumental lució por todo lo alto en “Bladecatcher” y la emotividad fue ganando terreno con la inclusión de temas como “Black Tongue” y “Pushing The Tides”.

La asignatura pendiente de la banda sigue siendo el apartado vocal, lejos del nivel de estudio en la mayoría de las canciones. A falta de los hits más pegadizos, el frente del escenario fue vaciándose progresivamente, hasta el punto de haber bastante menos gente al final de su actuación. Cerraron con “Blood And Thunder” y Brent Hinds haciendo crowdsurfing en las primeras filas. Contundente pero agridulce.

Dropkicks Murphys arrasó con sus clásicos «I’m Shipping Up To Boston», «Rose Tattoo», «The State Of Massachusetts» y un set completo, con un par de covers como «T.N.T» de AC/DC y «We Shall Overcome» de Pete Seeger con letra en ucraniano. Anunciaron su próximo disco para el 30 de septiembre y un nuevo tema para el 6 de julio del cual realizaron un videoclip en el propio festival. Tocaron temas de sus distintas etapas y en su show no faltaron ni confeti ni pirotecnia.

Dropkick Murphys (Foto: Aritz Sola)

Parece que las nubes oscuras se han disipado definitivamente en Five Finger Death Punch, volvemos a disfrutar de Ivan Moody al cien por cien. Y queda claro gracias a shows como el de hoy, en ‘prime time’, ante una masa de público difícil de cifrar y con un sonido aplastante que 5FDP lo tiene todo para ser uno de esos headliners futuros en este cambio generacional que se va produciendo.

Five Finger Death Punch (Foto: Óscar Gil)

Algo que también preocupa a la banda y es que Ivan tuvo el detalle de regalar a una niña una máscara del grupo y a otro chico un bate dándoles la bienvenida a la familia. Chapeau desde el minuto uno por una banda que vuelve a funcionar de forma impecable. Concierto redondo que en su primera parte contaba con “Wash It All Away” o “Jeckyll & Hyde” con un Moody desatado, encontrando en Andy James a un espectacular escudero que no fallaba una nota en sus seis cuerdas.

Five Finger Death Punch (Foto: Óscar Gil)

Sonido excelente, cambios de vestuario, puesta en escena imponente… a eso debemos sumarle cortes como “Wrong Side Of Heaven”, que vino precedida por dos trozos del “Gone Away” de The Offspring y “A Little Bit Off” de su último trabajo, tres medios tiempos que lejos de relajar subían la intensidad de su actuación. El cierre llegaba enlazando: “Lift Me Up”, “Under And Over It” y la definitiva y acompañada por palmas “The Bleeding”. ¡Qué bueno verlos en este estado tan increíble, su presentación se antojó incluso corta!

Five Finger Death Punch (Foto: Óscar Gil)

De vuelta en las carpas más extremas, el Altar se tenía de rojo para dar la bienvenida a At The Gates. El poder de convocatoria de la banda sueca es incontestable, aunque la respuesta del público fue menos intensa de lo esperado. Parte de ello se debe a la propia banda, que saltó al tablado con una actitud fría y distante. A fin de cuentas, los padres del sonido Gotemburgo viven de las rentas de un único disco, el histórico ‘Slaughter Of The Soul’.

“Suicide Nation”, “Cold” y “Blinded By Fear” sonaron con mucha contundencia, mérito de una banda engrasada y sólida en la ejecución. Sus nuevas canciones no son más que un homenaje al singular estilo que crearon hace 30 años. El atmosférico tema de cierre, “The Night Eternal, es precisamente la que más se diferenció de esta tendencia.

El siguiente en tomar el Temple fue Abbath. El que exlíder de Immortal realizó una entrada sinfónica triunfal y fue aclamado con fervor desde el primer minuto. Sus canciones originales exploran el black metal más primitivo, aquel que está cerca del punk y el thrash de garaje. Su voz infernal, su característico atuendo y su actitud diabólica hicieron el resto. La banda que le acompaña es implacable en la base rítmica y no faltaron los blast beat por doquier, propulsados por riffs a medio tiempo y melodías memorables de guitarras dobladas. El artista noruego también tocó clásicos de Immortal como “One By One” e “In My Kingdom Cold” pero su fórmula acabo resultado monótona y repetitiva, lejos de ser uno de esos shows recordados del festival.

El concierto que quedará para la posteridad es precisamente el de Death To All. La banda que homenajea a Chuck Schuldiner ya actuó en el Hellfest 2014, con músicos de diferentes etapas de Death y de otras bandas del género rotando en los instrumentos. Tres años después de la muerte de Sean Reinert, optaron por una formación fija, con una base rítmica estelar, formada por Steve DiGiorgio al bajo y Gene Hoglan a la batería.

Los músicos honraron el legado de Schuldiner desde el más sumo respeto y repasaron grandes clásicos de todo su catálogo “Zombie Ritual”, “Spirit Crusher”, “Overactive Imagination”, “Suicide Machine”, “Crystal Mountain”, “Pull The Plug”… Fue el concierto con mejor sonido de todo el día, un deleite para los oídos y un regalo para los seguidores de la banda más relevante en la historia del death metal.

Los estadounidenses Deftones fueron los cabezas de cartel de la primera jornada del festival. Chino Moreno se presentó junto a sus chicos, entre ellos el nuevo bajista Fred Sablan, puesto que Sergio Vega abandonó recientemente la formación y Stephen Carpenter a las ocho cuerdas. El rugir de las guitarras densas y los registros vocales de Chino junto con su movilidad fueron el plato fuerte de la noche. Empezaron con “Génesis” de su último trabajo ‘Ohms’ y continuaron intercalando temas en su gran mayoría de ‘Around The Fur’ y ‘Diamond Eyes’. El final llegaba con piezas del calibre de “Headup”, “Lotion” y la última “7 Words”.

Es el momento de otro de los headliners del día, y es que sin duda Volbeat ha alcanzado este puesto en todos los festivales gracias a un sonido fresco en el que es verdad que apreciamos guiños a muchos subgéneros derivados del rock. Su último trabajo ‘Servant Of The Mind’ tiene grandes cortes, pero hay que decir que no aporta nada nuevo a lo que ya venían mostrando en plásticos anteriores, aun así, la fórmula compositiva de los originariamente daneses sigue surtiendo efecto.

Además, cabe destacar dos puntos, la mayor capacidad para interactuar de Michael Poulsen y el increíble trabajo de Rob Caggiano como segundo espada. Aunque el inicio fue bastante habitual a ritmo de “The Devil’s Bleeding Crown” y “Pelvis On Fire”, el set varió en alguna pieza con cortes menos habituales como “Becoming”. En esta ocasión, el combo danés-norteamericano no era el principal cabeza de cartel del día, pero supo jugar bien sus cartas y amortizar una hora en la que, a priori, la gente se va poco a poco desvinculando del festival.

A medida que pasaban las canciones, pusieron a bailar al respetable con “Sad Man’s Tongue” o a mover sus cabeza y puños al ritmo de una nueva como “Shotgun Blues” y “Seal The Deal”. Nos acercamos al final con las grandes transiciones de la nueva “The Devil Rages On”, cerrando con, cómo no, “Still Counting” y ese sonido tan especial, puro Volbeat, que marca el final de un gran primer día de reencuentros.

Los estadounidenses Knocked Loose regresaron a Clisson este año. Tras la intro de “Where Light Divides The Holler” en la apertura del set, bastan unos segundos para que la formación haga estallar al público, a través de su mezcla de metalcore y deathcore con aires de hardcore beatdown. Tanto es así que la persona asignada a la lanza de agua en la zona de seguridad tuvo mucho trabajo para evitar que los asistentes no desfallecieran. El grupo reclamaba mucha energía al pedir regularmente a su audiencia que encadenara circle pits y algún que otro wall of death a pesar de que el termostato se acercaba peligrosamente a la marca de 40°C.

Knocked Loose (Foto: Aritz Sola)

Lejos de su etiqueta de los nuevos Tool, Soen ahora ocupa un lugar predilecto en el juego del metal progresivo. Joel Ekelöf, con su pinta de vendedor de heroína premium, parece muy cómodo e intenta sacar al foso de su letargo. Al frente del horno del escenario, Cody Ford se despojó de su clásica camiseta negra.

Me And That Man es la banda paralela de blues y country de Nergal, conocido mundialmente por ser el líder de Behemoth. Fue especial verle en un show de formato reducido y en otro registro, divirtiéndose mientras cantaba temas como “Got Your Tongue” y “My Church Is Burning” de forma melódica. Más llamativo fue el contraste vislumbrado entre sus seguidores.

En pocos metros coincidieron un grupo de personas vistiendo camisetas de flores y un hombre portando la gorra roja oficial a favor de Donald Trump, con el lema “Make America Great Again”. El público se entregó tocando palmas y cantando la balada “Surrender”, donde destacó la excelente labor de los coristas de la banda. Pusieron el broche final con “Burning Churches” y “Blues & Cocaine”, cortes con estribillos alegres y pegadizos, mezclados con un aura diabólica.

Hay pocos grupos que sean capaces a mitad de día y bajo cuarenta grados de congregar a una gran masa de fans y hacerlos disfrutar de lo lindo. Liderados por la pareja Cooper, Skillet se hizo con sus fieles desde el primer momento tirando de clásicos como «Hero» o su nuevo hit «Legendary», con el público coreando su intro y acompañando con palmas el poderoso puente y estribillo.

Un concierto que estaba funcionando de maravilla, pero por alguna desgracia que desconocemos la banda tuvo que abandonar su set antes de la hora prevista dejándonos con ganas de mucho más. Jen Ledger es un arma versátil que se encarga siempre de la batería, pero en muchas ocasiones toma el control vocal, empastando a la perfección con la de John. Una pena este imprevisto porque iba para una de las actuaciones del día.

The Darkness fueron los siguientes. Parecía que el carismático Justin Hawkins estaba con el día bueno, comunicativo, divertido y con un set basado en temas nuevos que funcionaron a la perfección y que encajaban entre clásicos como «Growing On Me» o «Love Is Only A Feeling», con el público moviendo los brazos de lado a lado bajo ese sol de justicia protagonista de la jornada. Justin es un showman y frontman único, y si encima el sonido acompaña, tenemos ante nosotros a una banda que seguramente merezca una mejor posición en el festival. The Darkness es otro de esos grupos que se nos antojó corto su set, gran presentación de los británicos.

The Darkness (Foto: Óscar Gil)

The Vintage Caravan actuó en el mismo lugar, en el escenario Valley, y su irrupción fue mucho más enérgica. Repasaron temas de su catálogo más reciente como “Whispers”, “Crystallized” y “Dark Times”, que cuentan con melodías memorables, una gran voz y un buen rollo que se contagia fácilmente entre el respetable. El trío bebe de los grandes clásicos del rock y posee esa habilidad para transmitir un gran sentimiento a través de solos y pasajes melancólicos de guitarras limpias. Su enérgica actitud se fundió con el enorme calor que hacía al exterior e hicieron de la carpa una olla a presión donde sacaron el máximo partido a su austeridad compositiva y su gusto por la improvisación. Bendita sea la escala pentatónica.

The Vintage Caravan (Foto: Aritz Sola)

Heaven Shall Burn son una apuesta fija en el circuito de festivales, la banda cuenta con 25 años de trayectoria y sus canciones forman parte ya del imaginario colectivo del metal actual. El inicio melódico de “Black Tears” fue muy celebrado, pero el sonido les jugó una mala pasada y no consiguieron remontar casi hasta el final. El excesivo volumen del bombo nubló al resto de instrumentos y desfiguró bombazos como “Voice Of The Voiceless” y “Behind A Wall Of Silence”.

Heaven Shall Burn (Foto: Aritz Sola)

A pesar de tocar de día, su puesta en escena fue realmente imponente y transportó a los espectadores a un escenario devastado por la guerra, un paisaje derruido por las bombas y donde resistían las trincheras, los sacos y demás elementos defensivos. Su actitud fue visceral, arengaron al público reiteradamente y lo animaron a realizar un circle pit que tomara la torre de sonido, pero su llamada no fue correspondida.

Heaven Shall Burn (Foto: Óscar Gil)

Alestorm: diversión pura, nada nuevo bajo el sol. Melodías fáciles y pegadizas de la mano de Christopher Bowes y los suyos. Sonido envidiable, ganas de fiesta y la seguridad repartiendo manguerazos para amenizar esta celebración. En cuanto a sonido, no hay virtuosismo, pero si efectismo, esa es su bandera. Por lo demás, gente volando por encima de nuestras cabezas con flotadores y disfraces de todo tipo.

Ni el calor secó el estómago de los piratas, que nos hacían sentir uno de ellos con «You Are A Pirate» y su particular show, enriquecido por una amalgama de colores y un público de lo más variopinto. El final lo marcaba «P.A.R.T.Y.» con Chris haciéndonos repetir las siglas y recordar que quería aún más fiesta, fiesta que llegaría con la versión de Taio Cruz, «Hangover», que puso aquello patas arriba.

Agnostic Front nunca defraudan. Los veteranos del hardcore neoyorquino celebraron 40 años de carrera sobre el escenario del Warzone. Un show fiel a sus raíces, pura vieja escuela, encabezados por un musculoso y tatuado Roger Miret, acosando a la multitud, golpeando con los puños en el pecho al compás y animándolos a formar pogos y circle pits, No se contentó con no haber perdido energía con el tiempo, incluso parece ganar algo a medida que avanza en edad. Habían venido a transmitir esa energía al público. El sudor corría, las canciones se sucedían sin descanso y no faltó ninguno de los grandes clásicos del grupo, cuyos textos políticos y comprometidos siguen decididamente vigentes.

Agnostic Front (Foto: Aritz Sola)

Si, son los clichés de siempre, los chistes de siempre, no está Lexxi en la banda (lo que le quita cierto carisma al combo), pero siguen siendo un seguro en directo. Steel Panther son musicalmente excelentes y comunicativos como es habitual en ellos (aunque por suerte no tan excesivo como en otras ocasiones), La formación estadounidense llegaba a Francia con un directo arrollador y con una de las mayores afluencias de público del día.

Steel Panther (Foto: Óscar Gil)

El arranque con «Goin’ In The Backdoor» y «Tomorrow Night» fue un soplo de aire fresco con todo el sofoco que llevábamos encima. Como es habitual en «17 Girls In A Row» el escenario se llenó de chicas (aprovechando todo su largo y ancho). El fin de fiesta fue apoteósico con «Death To All But Metal» y «Gloryhole», y aunque hay muchos cortes que son fijos en su set, una de las virtudes de Steel Panther es que su otra parte del set varía constantemente con temas en este caso como «Let Me Cum In» y «Weenie Ride», joyas recuperadas para esta gira.

Steel Panther (Foto: Óscar Gil)

Megadeth era uno de los platos fuertes del primer fin de semana de este histórico Hellfest. Aupados por un sonido excepcional, Mustaine y compañía salieron al ruedo a matar, al ritmo de “Hangar 18”. Tras acometer un gran clásico pasaron a su material más reciente y ahí la respuesta del público no fue tan entusiasta, pero los vítores volvieron con “The Conjuring” y “Sweating Bullets”. Resulta evidente que los mejores años del veterano emblema del thrash metal ya pasaron, así lo atestiguan su estado físico y su limitación vocal, pero con el paso de los años ha ido respaldándose con una banda cada vez más sólida, una solidez que es ahora inquebrantable.

Contar con Kiko Loureiro a los solos es un auténtico lujo y las canciones más melódicas como “Trust” y “A Tout Le Monde” sonaron con especial brillantez, tema este último especialmente celebrado en tierras francesas. El colofón final llegó con dos himnos del thrash metal, “Symphony Of Destruction” y “Peace Sells”. 15 minutos hubieran sido bienvenidos para ampliar el repertorio con un puñado de clásicos más, pero en un macrofestival, esto es lo que hay.

Los finlandeses Ensiferum aún no están en el escenario cuando la multitud impaciente se amontona y ya está dando gritos en el Temple. Como era de esperar, tan pronto como comenzó el espectáculo, la audiencia emocionada cobró vida y comenzó a moverse para acompañar los coros. El ambiente es ciertamente festivo y todas y cada una de las piezas son reconocidas. Los espectadores están completamente rendidos a los pies de la banda y parecen ignorar el sonido particularmente desordenado del grupo. Los cánticos siguen tema tras tema llenos de júbilo, sudor y un buen humor comunicativo: ¡el cóctel perfecto!

Hablemos de otros mitos, hablemos de Deep Purple. Con más de 50 años de trayectoria a sus espaldas, la banda londinense es historia viva del rock y verles en este tipo de festivales multitudinarios que abarcan todo el abanico de la música metal, un privilegio. Ian Gillan y compañía arrancaron los motores con la épica “Highway Star”  a la que le siguieron otras perlas como “Pictures of Home” y “Lazy”.

Deep Purple (Foto: Óscar Gil)

La banda sigue teniendo a Jon Lord muy presente en sus actuaciones, le dedican canciones y palabras de cariño y su eco resonó con especial fuerza en la sentida “When A Blind Man Cries” y el posterior solo de teclado a cargo de Don Airey, su sustituto desde hace ya 20 años y un artista de dilatada trayectoria en grandes actos como Rainbow, Ozzy Osbourne, Whitesnake y Judas Priest. El pulso de Ian Pace a la batería fue excelente y el quinteto imprimió al concierto un ritmo pausado, adaptado a sus actuales pulsaciones vitales.

Deep Purple (Foto: Óscar Gil)

Esto no fue impedimento para disfrutar, una tras otra, de perlas como “Perfect Strangers”, “Space Truckin” y “Some On The Water”. Resulta maravilloso ver cómo Gillan, con 76 años, sigue cantando los temas de maravilla y el resto de miembros también rayaron a un nivel excelente. El final fue apoteósico, con su popular versión de “Hush” y “Black Night”. Inolvidables.

Deep Purple (Foto: Óscar Gil)

Convenía llegar temprano para ver a Sepultura dentro de la carpa del Altar y es que los allí presentes se extendían mucho más allá de la misma. Las personas que se habían desviado hacia el puesto de cervezas se encontraron atrapados en el centro de un torbellino de sonido, entre la poderosa voz de Derrick Green e Ian Gillan de Deep Purple, en el mainstage. El show no decepcionó y los mejores momentos llegaron, sin duda, con “Territory”, “Propaganda” y “Ratamahatta”.

En poco más de una década de andadura, Ghost se ha convertido en una de las bandas de rock de mayor tirón comercial. El grupo, que despierta odios y pasiones por igual, presenta en sociedad su quinto disco de larga duración, ‘Impera’. “Kaisarion”, “Rats” y “From The Pinnacle To The Pit” fueron los temas elegidos para dar comienzo al ansiado espectáculo.

Desde el inicio, contaron con un sonido equilibrado, aunque el viento se lo llevaba por momentos y les faltó algo más de contundencia para llevar un show masivo de tal dimensión al nivel máximo. “Cirice”, “Hunter’s Moon”, “Call Me Little Sunshine”… la banda fue empalmando sus grandes éxitos y encandilando al público, incluso hizo un guiño al clásico de Motörhead, “Ace of Spades”. Mientras tanto, “Ritual” fue recibida con especial devoción, al ser la única referencia a su disco debut. “Year Zero” y “Mummy Dust” dieron seguida su vertiente más diabólica, mientras que “He Is” y “Dance Macabre” hicieron las delicias de los más aficionados al pop.

El tramo final estuvo marcado por la incapacidad vocal de Tobias Forge, quien admitió sobre el escenario que su voz estaba “totalmente estropeada” y que no era capaz de “tocar una sola canción más”. Intuimos que esto privo al público del Hellfest de una conclusión por todo lo alto con “Square Hammer”. Antes, realizaron el estreno exclusivo en directo de una de sus nuevas canciones, “Griftwood”.

Entrada la noche, el tiempo había cambiado por completo y el calor extremo había dado paso a fuertes vendavales que auguraban la llegada de lluvia. Al poco tiempo se confirmaron nuestros temores, las primeras gotas de lluvia coincidieron con las primeras notas de la mítica intro de la película ‘Terminator’ que utiliza Airbourne para arrancar los conciertos.

“Ready To Rock”, “Back In The Game”, “Girls In Black”… las triunfales canciones del cuarteto rockero australiano eran el antídoto perfecto al mal tiempo. Como siempre, su actitud fue de diez con un Joel O’Keeffe que cada vez se parece más en espíritu a Lemmy Kilmister que a Brian Johnson. Es más, la banda hizo un homenaje directo a Motörhead, un numerito relacionado al Jack Daniels, aplaudió a todos los trabajadores del festival en la sombra y arengó al público recordándoles de que, mientras los seguidores del rock and roll vivan, esta música nunca morirá.

“Breaking Outta Hell”, “Live It Up”, “Raise The Flag”… un gran sonido y una gran energía acompañaba a la banda en su frenético camino hacia el éxtasis del rock, redondeado con su canción más popular: “Runnin’ Wild”.

Los italianos Lacuna Coil han sabido hacerse un sólido hueco desde sus primeros pasos y las expectativas hacia su show parecen especialmente grandes al comienzo de la tarde frente al escenario principal. Con una discografía que ha conocido muchos giros musicales más o menos exitosos, satisfacer a todos sus fans requiere de un cierto equilibrio que el grupo parece haber encontrado.

Lacuna Coil (Foto: Óscar Gil)

Si los títulos de los últimos discos hacen su trabajo sin convencer completamente a los asistentes, son especialmente los clásicos del grupo los que son unánimes y encienden al público: estos son retomados y coreados por la multitud feliz de moverse al ritmo de sonidos conocidos. Lamentablemente, el sonido fue muy escaso, hasta el punto que el canto de Andrea Ferro y, en especial, el de Cristina Scabbia costó ser escuchado con claridad.

Lacuna Coil (Foto: Óscar Gil)

Desde Finlandia con mucho ritmo y con la portentosa voz de Noora Louhimo llegaba Battle Beast a primera hora de la tarde. Melodías pegadizas y un sonido muy al estilo de Eurovisión, rememorando riffs ochenteros que suenan con frescura para arrancar un día que amenazaba nublado pero que definitivamente mejoró con su show.

Battle Beast (Foto: Óscar Gil)

Comenzaron con la canción homónima de su nuevo disco «Circus Of Doom» dando paso a «Straight To The Heart» que fue de lo mejor de su set y la melódica y más comercial «Eden». Louhimo, ataviada como es habitual últimamente con sus cuernos, rallaba la perfección vocal, sin mostrar ningún esfuerzo a la hora de alcanzar notas imposibles. El broche lo puso «King For A Day», con el público alzando el puño en ese gran estribillo de los fineses. Nunca defraudan.

Battle Beast (Foto: Aritz Sola)

Si hay una pionera con mayúsculas en el metal femenino, esa es Doro. La vocalista alemana propagó a los cuatro vientos su amor por la música heavy de la vieja escuela en un concierto de festival tempranero. “Burning The Witches”, “Fight For Rock”, “All We Are”… la veterana cantante repasó los grandes clásicos de Warlock e incluyó algún que otro tema de su propia cosecha, tales como “Raise Your Fists In The Air” y “All For Metal”.

Lo más destacable de su actuación fue la admirable energía que imprime a las canciones, se trata de una visión femenina y, por ello, más acogedora y agradecida, lejos de la habitual dureza con la que se comunican la mayoría de hombres al frente de bandas de hard rock y metal. Canciones en honor a Dio, comunicación fluida con un fan que llevaba una camiseta de Judas Priest y le hizo recordar la primera gira de su trayectoria musical… la vocalista alemana trató de ser lo más cercana posible al público y se despidió con una promesa muy ambiciosa, habrá Doro para otros 40 años.

En ocasiones existen bandas técnicas y perfeccionistas que merecen más reconocimiento del que tienen. Monuments es una de ellas. Tal vez es la falta de conciertos de estos dos años, o simplemente la normalidad de las bandas en vivo de hoy en día, pero no dieron puntada sin hilo. El grupo y su heavy progresivo atraen a la multitud. Es una verdadera demostración de riffs complejos y destreza en guitarra y bajo.

Y ni siquiera dejan de moverse en el escenario e intercambiar posiciones. Andy Cizek se hace presente en el centro del tablado y lucha como un demonio bajo el techo del Altar. No paraba quieto, se precipitaba a derecha, izquierda… se acercaba lo más posible al público y vuelta de nuevo a la batería, antes de arengar a la afición para que vuelva a embarcarse en un nuevo circle pit.

El concierto de Jinjer era uno de los más esperados del festival. La guerra en Ucrania dificultó ha suscitado un interés especial hacia la banda, a quien el gobierno de su país le ha permitido girar por Europa, encomendándole la tarea de contar lo que está pasando allí a donde vayan. Mucha gente del público las camisetas especiales que Jinjer ha comercializado para destinar ayuda humanitaria, mientras que en el cielo podían vislumbrarse banderas ucranianas, finlandesas y polacas, todas en solidaridad con la banda y su país.

El concierto fue devastador de principio a fin, el sonido fue excelente desde el primer momento y su precisión ejecutiva, extrema, casi quirúrgica. Las pantallas laterales del escenario fueron utilizadas para proyectar formas destrozadas e imágenes de celdas, metáfora de Ucrania, fracturada por la guerra. Tras “On The Top” y “Home Back, llegaron los discursos de Tatiana Shmaylyuk, vestida de negro, en contra de los horrores de la guerra, la ocupación y el régimen de Putin. 

«Into The Arena» nos traía al escenario a Michael Schenker, la leyenda teutona de la guitarra, para después con «Doctor, Doctor» introducir a Ronnie Romero, cantante en esta ocasión en detrimento de Robin McAuley. Clásico tras clásico, en este caso dando prioridad a los hits, pero sin olvidarse de «Red Sky» o «A King Has Gone» que también funcionaron con solvencia. Sin duda, «Lights Out», «Armed And Ready» o «Rock Bottom» tuvieron una especial acogida en un show un tanto deslucido por la poca presencia de público. Aun así, ver a Schenker desgranar sus viejas glorias riff tras riff es una auténtica delicia.

Michael Schenker Group (Foto: Óscar Gil)

En los últimos años, la carpa del Valley se le queda pequeña a Red Fang. Temazos como “Blood Like Cream”, “Malverde”, “Into The Eye” y “Wires” bien lo merecen. No se trató de un show bombástico desde el principio, la intensidad fue aumentando progresivamente hasta llegar a una explosión de júbilo con el cierre al ritmo de “Prehistoric Dog”.

Red Fang (Foto: Aritz Sola)

Fue el concierto del Valley que más crowdsurfing y ovaciones repetidas generó por parte del público, la cita más señalada de este escenario en la primera parte de este gran Hellfest. Su sonido fue muy equilibrado, todo estaba en su sitio, pero se echó de menos un poco más de gamberrismo. La banda se lo pasa en grande haciendo travesuras en los videoclips y después no transmite ese espíritu a sus actuaciones. En vez de ello, prefieren bordar su actuación, objetivo que lograron con creces.

Red Fang (Foto: Aritz Sola)

Maximum The Hormone era una de las bandas más esperadas de todo el festival. Han pasado once años desde que la formación japonesa no visitara Europa y su mezcla de géneros tan dispares como nu metal, funk, hardcore punk y el avant-garde metal no pasó desapercibido. “Nigiri”, “Shimi”, “F”… son canciones que funden la esencia del cuarteto, con estribillos pegadizos influenciados por el anime, partes de slap, gritos guturales extremos y ritmos de batería frenéticos. El domingo fue un día señalado para la presencia femenina en el metal ya que su baterista, que también se encarga de las voces limpias fue la quinta mujer en subir a los escenarios principales tras las vocalistas de Lacuna Coil, Battle Beast, Doro y Jinjer.

El mayor valor de la banda japonesa sea probablemente la alegría que transmiten mientras tocan su música, su entrega en el escenario es absoluta y eso toma un significado aún mayor tras escuchar las explicaciones de su vocalista, diciendo que en Japón la policía los vigila de cerca, no les permite hacer mosh, ni cantar juntos. Tras la despedida con “What’s Up People”, una cosa es segura: su concierto y estilo extremadamente anárquicos quedarán en el recuerdo de propios y ajenos.

En principio, el concierto de Down se preveía como una gran oportunidad de disfrutar de grandes canciones suyas como “Lifer”, “Stone The Crow” o “Bury Me In Smoke”. La primera fue dedicada solemnemente por Phil Anselmo a los fallecidos hermanos Abbott, mientras que las otras sirvieron como cierre del concierto. En medio, el público presenció un show para el olvido.

El sonido fue olvidable, plagado de graves que ahogaban constantemente el trabajo de las guitarras, mientras que Anselmo apenas se movía ni gesticulaba debido a su más reciente operación de espalda. Vocalmente, se las ingenió para dar la talla en grandes joyas como “Ghosts Along The Mississippi”, “Losing All” y “Swansong”, pero Anselmo parecía estar ausente, en otra realidad paralela. Es más, en este último caso, comenzó a presentar la canción, pero a los pocos segundos se quedó en blanco y tuvo que volver a mirar el papel para acordarse de su título.

El colmo llegó al final, cuando la banda sorprendió al respetable haciendo una despedida tremendamente original, en la que miembros del equipo técnico relevaron a la banda para tocar las últimas notas de “Bury Me In Smoke” y cerrar el concierto. Anselmo rompió la magia con un intento fallido a capela de “Starway To Heaven”, antes de tirar el micrófono al suelo y despedirse del escenario con el gesto serio, sin mediar palabra con el público.

Korn está en plena forma. “Here To Stay”, “Got The Life” y “Falling Away From Me” conservan la fuerza de hace 20 años y suenan incluso más contundentes que por aquel entonces, gracias a la experiencia que la banda ha atesorado durante todo ese tiempo. Su poderío escénico fue tal que los vítores no pararon de sucederse, el público estaba presenciando uno de los conciertos más sólidos de todo el fin de semana.

“Y’All Want A Single”, “Somebody Someone” y la archiconocida “Freak On A Leash” calentaron el ambiente sobremanera y dieron pie a llamativos homenajes por parte de la banda, que se atrevió a versionar fragmentos de “One” de Metallica y “We Will Rock You” de Queen. Lejos de convertirse en un karaoke ridículo, Korn continuó exhibiendo músculo, sobre todo, a través de su bestial baterista Ray Luzier que se marcó un solo impecable, circle pit inclusive. Sentenciaron con “Blind” y una tarta sobre el escenario, para celebrar el cumpleaños de su guitarrista Brian Welch, quien anunció por el micrófono que ese mismo día también era el cumpleaños del baterista de Gojira, Mario Duplantier.

«Sleeps Society» de While She Sleeps fue uno de los mejores discos del 2021 y los de Sheffield nos presentaban por fin este nuevo plástico en la Warzone. Con el hiperactivo Lawrence Taylor al frente, arrancaba la intro de la canción que da nombre a este álbum. Pronto llegaban trallazos como «The Guilty Party» o «Four Walls», con un sonido de lo más contundente y con un constantes crowdsurfings, moshpits y walls of death. El final lo marcaron dos grandes maravillas de este último LP como lo son «Enlightenment (?)» y una brutal «Systematic» que puso toda la pista a saltar a su ritmo vertiginoso. Una de las bandas de metalcore más en forma de la actualidad, el escenario se les quedó demasiado pequeño.

While She Sleeps (Foto: Óscar Gil)

Judas Priest anunció la intención de celebrar su 50 aniversario justo antes de la pandemia y sus planes han tenido que esperar dos años. Por fin, llegó el momento, pero para asombro de un servidor, no parecía que a mucha gente le importara. La espantada tras el concierto de Korn de los escenarios principales fue considerable y eso hizo que Rob Halford y compañía tomaran el escenario ante un público venido a menos.

Judas Priest (Foto: Óscar Gil)

La banda arrancó con “One Shot At Glory”, “Lightning Strike” y “You’ve Got Another Thing Coming”, tres canciones que están lejos de ser esas piezas estelares que las grandes bandas emplean para comenzar sus conciertos por todo lo alto. Cabe recordar que los últimos años han sido tumultuosos para la banda de Birmingham, la ruptura por discrepancias financieras con K. K. Downing y el parkinson de Glenn Tipton han dejado a la banda desalmada y a esto debemos sumarle la reciente polémica en la que el grupo británico tuvo que echarse atrás debido a la presión pública, después de anunciar que Andy Sneap no formaría parte de esta gira y que Judas Priest pasaría a ser un cuarteto, con un solo guitarrista.

Judas Priest (Foto: Óscar Gil)

Son cinco décadas de celebración, cinco décadas en las que nos han regalado himnos como “Freewheel Burning”, “Turbo Lover”, “Hell Patrol” y “The Sentinel”. Sonaron con grandeza, pero ninguna de ellas llegó a sentirse en su plenitud. Las limitaciones vocales de Halford quedaron en evidencia, abusando del recurso de no cantar estribillos y dedicárselos al público, aunque por lo general rayó a un nivel muy alto para tener 70 años. Sorprendentemente, donde más se lució fue en la canción más difícil: “Painkiller”.

Judas Priest (Foto: Óscar Gil)

Otro elemento deslucido fueron las pantallas, donde la banda ponía imágenes relacionadas a la canción que tocaban, pero donde no fueron directos al corazón, tirando de nostalgia, porque ninguno de los dos guitarristas originales forma ya parte de la banda. “The Electric Eye”, “Hell Bent For Leather”, “Breaking The Law” y “Living After Midnight” fueron los bises de una actuación agridulce que dio la sensación de estar presenciando el declive de un mito ante nuestros ojos. un declive que debería frenarse antes de que vaya a más.

Judas Priest (Foto: Óscar Gil)

En cuestión de cinco minutos, pasamos de viejas glorias a glorias actuales. Gojira dio una trascendencia absoluta a su concierto desde el propio inicio, con una cuenta atrás que hacía intuir que algo grande se nos venía encima. “Born For One Thing” abrió el show y con ello el amplio abanico de posibilidades que la mayor producción de la banda francesa ofrecía.

Sonido, luces, pantallas… el empleo de todos los elementos audiovisuales fue fabuloso y necesitaron poco tiempo para evidenciar que el respetable estaba presenciando un concierto de un nivel superior. Las pulsaciones se aceleraron con la frenética “Backbone” y “Flying Whales”, que dio pie a uno de los momentos más fascinantes del show. Jugando con luces blancas y azuladas, el cuarteto estableció un filtro de elementos marítimos en la pantalla, hasta el punto de transmitir la sensación submarina, la sensación de que los hermanos Duplantier y compañía estaban actuando debajo del agua.

“Stranded” y “Silvera” también sonaron realmente poderosas, sirvieron para poner en evidencia la asignatura pendiente de la formación originada en el País Vasco francés: las voces limpias. Joe Duplantier realiza una labor encomiable cantando y tocando canciones tan diversas como “Love”, “L’Enfant Sauvage” y “The Chant”, pero las melodías más emotivas quedan deslucidas en su actuación de directo. Si pulieran eso, entrarían directos en el Olimpo metálico. “Another World” supuso otro de los momentos álgidos de la velada, mediante la proyección de su correspondiente videoclip y su simbólica conclusión en relación a la torre Eiffel, una imagen que se quedará en la retina de todos los asistentes al festival galo.

Para Gojira, esta fue la primera oportunidad de encabezar el Hellfest, una oportunidad que les llegó como tercer plato, tras la cancelación de System Of A Down y Avenged Sevenfold, pero que les ha servido para coronarse y reivindicarse como una de las grandes bandas del presente metálico. La emotiva “The Gift Of Gilt” y dos novedades, “New Found” y “Amazonia” redondearon el que, para un servidor fue, con gran diferencia, el mejor concierto del festival.

Paso rápido por la Warzone para ver a Walls Of Jericho de la mano de su vocalista Candace Kucsulain, más motivada que nunca de volver a la escena hardcore en formato festival. El público respondió fielmente a su llamada a la acción, moviéndose por todas partes desde los primeros temas.

Walls Of Jericho (Foto: Aritz Sola)

Era última hora y el concierto de Watain estaba lleno de personas con las fuerzas al límite. La gran cantidad de crucifijos boca abajo y una gran bola de humo junto a un sonido atronador, resultan elementos inconfundibles en la propuesta de la banda. No puede esperarse otra cosa de ellos, ofrendas satánicas, rituales e indumentarias espeluznantes… La carpa estuvo repleta de adeptos que lo dio todo en los últimos cortes “Towards the Sanctuary” y “The Serpent’s Chalice”.

Los piratas alemanes Running Wild rara vez desembarcan cerca de nuestros lares. Los de Ralf Kasparek salieron al segundo escenario principal en el último turno de la noche y no funcionaron nada mal. Arrancaron con «Fistful of Dynamite”, con Ralf enérgico corriendo de un lado al otro del escenario, aupado por un sonido excelente.

Running Wild (Foto: Óscar Gil)

Desgranaron más clásicos como «Bad To The Bone» o la archicoreada «Under Jolly Roger», dando paso a unos bises también muy celebrados comenzando por el riff impresionante de «Soulless», «Conquistadores» y cerrando con «Raise Your Fist». Es raro ver a Running Wild por Francia o España y la verdad que la entrega y el feedback fueron notables, probablemente no se lo piensen tanto para visitarnos más a menudo en próximas ocasiones, gran abordaje para terminar esta primera parte de festival.

Texto: Mikel Yarza, Óscar Gil y Aritz Sola

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